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domingo, 4 de junio de 2017

Las guerras de puños y palos (Parte 3)

Artículo publicado en la revista Karate-Bushido, Febrero 1991
Autor: Sylvain Salvini
Traducción: César Gómez

“Venetiarum pugillatus” 
  Traducción de la inscripción situada bajo el grabado de G. Franco, de finales del siglo XVI, que muestra una melé a los puños sobre un puente anónimo: “Porque se había llegado a tal exceso en los afrontamientos con los palos que conducían a menudo a muy graves accidentes, la “battagliola” (pequeña batalla) ahora se reduce a los puños. Esta cosa da mucho placer a los espectadores e intrepidez a los combatientes”. Efectivamente, después del sangriento encuentro del 26 de julio de 1574, solo las “guerras de puños” seguían siendo autorizadas.

  La desaparición de las “guerras de palos” puede que estuviera en la línea de una "suavización" de las costumbres, también marcada, en esa misma época, por el final de los torneos-justas en toda Europa. Éstos, se habían sustituido en las grandes fiestas por las carreras "al anillo" o por las "quintaines" (en un caso se trataba de enfilar un anillo con la lanza en plena carrera a caballo; y en el otro, de golpear maniquíes pivotantes, que devolvían los golpes con la ayuda de un azote, actividades que ya eran muy antiguas). También fueron reemplazados por los “carruseles”, en los siglos XVII-XVIII, que consistían en ejecutar ejercicios de parada a caballo (que se aprendían en las academias ecuestres) y en simulacros de batallas: hubo algunas memorables, como la del 5-6 de junio de 1662 que dejó el nombre de “Carrousel” a una plaza de Paris, o la del 27 de julio de 1766 en San Petesburgo delante de Catalina II.

  En las “guerras de puños” existía el mismo procedimiento de desafíos, de elección de padrinos, y el mismo ceremonial que para las “guerras de palos”. A los afrontamientos individuales entre jefes o campeones (la victoria se obtenía por KO o lanzamiento al canal) seguían, como en el caso de las “guerras de palos”, las melés (que duraban horas) que tenían igualmente como objetivo conquistar el puente poniendo fuera de combate y lanzando al canal a todos los adversarios. Durante la melé ya no existía ningún tipo de convención. Los combates se libraban como en el Pancracio, con todo tipo de golpes y llaves de lucha conocidas. Cuando nos fijamos en los cuadros de época (dispersos por varios museos o colecciones privadas) y en los grabados de los siglos XVII y XVIII, nos damos cuenta de que ya no se trataba de tener estilo…¡¡sino de eficacia!!

  Estos combates fueron conocidos por toda Europa durante siglos; la Biblioteca Correr posee un ejemplar de un gran grabado (72 x 136 cm) dedicado al Rey de Francia, Luís XIV, titulado “Venetiarum pugillatus” ( Figura 1) que representa una melé sobre un puente imaginario. El artista se inspiró en los de la antigüedad ya que todos los combatientes están desnudos (incluso hay algunas mujeres); la maraña de personajes es tan grande que debe examinarse con detalle la composición…que no deja de recordarnos los dibujos del humorista Dubout (hay que decir que los otros grabados, también…).


  Un argumento que muestra que los combates individuales puede que fueran un poco menos apreciados que las melés generales es que, junto a las numerosas representaciones de melés, no he encontrado más que dos grabados representando los combates individuales. El primero, del siglo XVII, de Giovanni Battista Finassi (Figura 2), muestra a dos campeones esperando la señal del combate, cerca de ellos hay dos “padrinos”, y la inscripción dice: “No se comenzarán las exhibiciones (combates) si anteriormente los padrinos no se han puesto de acuerdo (sobre lo que será permitido o prohibido, que podía variar de un combate a otro, golpes aislados o con agarres de lucha)”. La boina roja o negra indica la facción, en cuanto a los guantes que los pugilistas llevan en la mano derecha, no se han puesto especialmente para el combate sino que forman parte del equipo de los gondoleros (aunque podían ser llevados por otras personas); aún hoy día, podemos ver gondoleros con un solo guante. El segundo grabado, de G. Bernasconi, data de principios del siglo XIX, las ropas han cambiado poco.

  La excitación de la gente por los combates “a los puños” era tan grande como para las de “con palos”…y se constataban los mismos excesos; lanzamientos de piedras o tejas sobre los combatientes, melés encarnizadas, batallas entre aficionados, que conducían a veces a los mismos “extremos”. Sin haber dirigido la investigación en ese camino, podemos remarcar en los Codex Cicogna (2991-II-8 hasta el 19) algunos sucesos trágicos, por ejemplo: en enero de 1616, un muerto por una puñalada en una batalla de aficionados durante un encuentro, muertos por lanzamiento de piedras en 1650, un KO “definitivo” el 19 de octubre de 1634, etc… El año 1611 parece haber sido particularmente nefasto; el 5 de febrero, 6 muertos en el puente de los Carmini (2 niños y 2 adultos asfixiados, un combatiente que murió después de haber sido noqueado y otro que murió al ahogarse); otra jornada del mismo año, una persona fallecida al recibir el impacto de una piedra; por su parte, G. Tassini, notificó que el 5 de agosto de 1611, murieron 21 personas en el puente de los Carmini, y 6 personas más el 4 de septiembre del mismo año. Pienso que debe haber, sin duda, algún error en las fechas de los diversos documentos consultados, ya que no puedo creer que las autoridades no reaccionaran ante tragedias tan repetitivas …¡durante el mismo año! En fin, la multitud siempre ha sido y será, en cualquier época, tan peligrosa y…¡estúpida! (sobre este tema debería leerse “La psicología de las multitudes”, de Gustave Lebon).

  Respecto al entrenamiento dado a los combatientes, no disponemos de ningún tratado de combate; aunque seguramente debieron de existir como sucede con los tratados de entrenamiento de caballeros. No obstante, sabemos que siempre ha habido  maestros particulares que enseñaban en las ciudades los trucos del combate, golpes secretos (que no lo seguían siendo mucho tiempo) y que siempre se esforzaban en encontrar otros. Se trataba de maestros de combate más o menos especializados, ancestros de Fiore dei Liberi y de los maestros clásicos de armas. Las canciones y los poemas a la gloria de los vencedores, asi como los desafíos homéricos que se lanzaban los adversarios, del tipo: “Te romperé la cabeza, los dientes, los brazos, las piernas…”con nuevas llaves” (sic) no nos aclaran gran cosa sobre “la manera”. Se sabe que las grandes familias patricias afectaban en permanencia clases en las dependencias de sus palacios al entrenamiento de los equipos de pugilistas (o de “palistas”), como las familias Molino, Foscari, Donato… Así como que para las “Fuerzas de Hércules”, se trabajaban tácticas y trucos de combate!! Hay que destacar que las islas o las ciudades dela periferia de la laguna también tenían equipos de pugilistas que venían a combatir a los puentes venecianos.

  La última “guerra de puños” (entendida como “melé general”, pero no en cuanto a los combates individuales, que eran los “mostre”) tuvo lugar el 30 de septiembre de 1705 en el puente de San Barnaba. Hacía tiempo que el Gran Consejo pensaba prohibir estas actividades por causa de accidentes graves, y se aprovechó de la catástrofe indirectamente producida por éste último encuentro (que además fue una de las más sangrientas, ya que los aficionados se enzarzaron a pedradas y puñaladas), para promulgar su supresión. Efectivamente, mientras que el gentío histérico tomaba parte en los combates, el fuego se extendió por el monasterio de San Girolamo y se extendió sin que nadie respondiera a la alarma. Hizo falta mucho tiempo para detener la batalla, incluso un cura se lanzó al centro de la batalla con el crucifijo en la mano, hasta que finalmente los combatientes consiguieron calmarse. Durante todo ese tiempo el fuego había causado daños muy considerables. Así que se decidió que no habría más afrontamientos oficiales entre Castellani y Nicolatti que no fuesen los juegos de habilidad, como las Fuerzas de Hércules, las regatas o las demostraciones de “moresca”. Esta última era un método de entrenamiento con combates simulados y reglados, parece ser que con música, que debían imitar lo que hacían los “turcos” (de ahí el nombre de “moresca”). Era una actividad, originalmente, propia de los “Arsenalotti” (los obreros del arsenal). Estos asaltos se hacían con armas (sobretodo con puñales) y sin armas, con simulacros de golpes y llaves de lucha. En el siglo XVIII se convirtieron en demostraciones de grupos de 8, 16 o 24 personas, que se organizaban en forma de competiciones durante las fiestas en las que se desarrollaban las Fuerzas de Hércules como momento principal, junto a otros juegos de destreza, como los equilibrios sobre cuerdas, o el vuelo desde una torre, atado a una cuerda. Se juzgaba el estilo, por lo visto de la misma manera que se juzgan los “kata” hoy en día.


  La prohibición de famosos combates, en 1705, perjudicó a los propietarios de inmuebles próximos a los puentes más utilizados; los expedientes contienen las protestas dirigidas al Gran Consejo en 1711, del propietario de una casa del puente de San Barnabá, que se considera arruinado por la desvalorización de sus bienes, ya que del alquiler de sus ventanas provenían la mayor parte de sus ingresos, dice él, lo que indica una cierta frecuencia en los encuentros. Los combates individuales de boxeo  continuaron después de 1705, de una manera no oficial y más discreta, y sobretodo sin los desbordamientos de la gente típicos en el pasado. Se encuentran, efectivamente, en los Archivos del Estado, en los expedientes que conciernen a las “Fuerzas de Hércules”, entre 1750 y 1816 (sección “Scuole piccole e suffragi”, expedientes del 738 al 744), los nombres de los jefes de los Castellani y Nicolotti, así como las listas de participantes en las “Fuerzas de Hércules” (e indicaciones sobre los tipos de pirámides a ejecutar) durante estos años. También se encuentran los nombres de pugilistas famosos en esta época y algunos retratos de campeones, lo que muestra (junto al grabado del siglo XIX) que los encuentros de boxeo nunca cesaron. Estos retratos sobretodo conciernen a los Nicolotti, los pugilistas son representados con o sin guante de los gondoleros; por ejemplo, Giovanni Patelico tiene su guante en la mano izquierda, Pancia en la mano derecha y Pandello no tiene guante… por citar algunos nombres que por supuesto ya no le dicen nada a nadie.

  En estos mismos expedientes descubrimos un acuerdo firmado el 2 de marzo de 1800 entre Andrea Branchini, jefe de los Castellani, y Innocente Bressanin, jefe de los Nicolotti, decidiendo ejecutar “ahora juntos” las pirámides de las “Fuerzas de Hércules”. Este acuerdo estaba fundamentado, parece ser, en una línea lógica de acercamiento de las dos facciones durante el siglo XVIII, marcando así el final del viejo antagonismo milenario. Insistamos sobre el hecho de que la ocupación extranjera había tenido mucho que ver en todo esto.

  Respecto al principio del siglo XVIII, los pocos expedientes que he consultado, no contienen listas nominativas, para estos años, de los campeones pugilistas, lo que me impide saber si el boxeador veneciano Carini o Di Carni (en las crónicas británicas) que se enfrentó a Whitaker en Londres en los primeros años del nacimiento del boxeo moderno, tenía o no alguna notoriedad en Venecia. De todas formas, el conjunto de los documentos sobre las “guerras de puños y palos” presentados aquí son, eso creo, suficientes para mostrar la influencia de Venecia sobre los primeros combates públicos de boxeo en Inglaterra.

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